Ya desde primaria, estaba claro que las matemáticas no eran mi fuerte. Aun comprendiendo que se trataba de una materia de vital importancia, como nos repetían en el colegio y en casa hasta la saciedad, no conseguí interesarme por ellas excepto para conseguir esos aprobados raspados que garantizaban veranos tranquilitos. De algún modo —sospecho que por la mano izquierda que mis profes tenían conmigo—, fueron cayendo los cursos y conseguí no suspenderlas al final de la secundaria. Y si acaso los suficientes raspados en matemáticas obviaban que no sería científico, la maravillosa asignatura de física y química terminó confirmándolo definitivamente.
Ahora bien, conviene no confundir esto. A lo largo de mis estudios, he tenido el privilegio de contar con un profesorado magnífico y muy bien preparado —con algunos aún mantengo el contacto, afortunadamente—. Que una materia se dé mejor o peor al alumnado (a nivel individual) no debe tomarse solamente como responsabilidad de los maestros y maestras. Yo mismo, aun siendo un pésimo alumno de matemáticas, siempre he tenido las mismas oportunidades que los compañeros y compañeras más aventajados en la materia. Y ni qué decir tiene que eran tiempos en los que los méritos al esfuerzo y la dedicación sí se reconocían. Pero ese debate lo dejaremos para otro día.
Dicho esto, es más fácil imaginar la cara de incredulidad de mi compadre Mex, al comunicarle mi interés en asistir a la conferencia ofrecida ayer por el Ateneo de Ourense en el Centro Cultural Marcos Valcárcel, «A ciencia de imaxinar outros mundos», a cargo del Dr. D. Miguel Domínguez Vázquez —su currículum y su trayectoria son impresionantes—. En la conferencia, el doctor hablaría de mundos matemáticos ideales partiendo de conceptos matemáticos esenciales, como infinito, dimensión o simetría. Ahí es nada.
«Este tipo de conferencias son muy enriquecedoras y necesarias. El hecho de que instituciones como el Ateneo de Ourense, nos ofrezcan estas oportunidades no es algo para tomarse a la ligera, y debe agradecerse.»
Para mí sorpresa, la charla fue muy amena. Al Doctor le sobraron 45 minutos, ante una sala abarrotada, para tratar todos los temas. El Catedrático de Bioloxía e Xeoloxía en el I.E.S. O Couto de Ourense, Manuel Antonio Latorre Díaz, hizo una cariñosa introducción en la que repasó anécdotas y parte de la brillante trayectoria del que algún día fue su alumno. Tras esto, el Doctor se puso manos a la obra y empezando con breves análisis a obras de M.C. Escher, como «Hand with a Reflecting Sphere» (Autorretrato con esfera reflejante, 1935), «Relativity» (Relatividad, 1953) o «Ascending and descending» (Escalera arriba y abajo, 1960) —inspirada esta última en la «Escalera infinita» de Lionel Penrose, obra publicada en el British Journal of Psychology de 1958—, evidenciando los intereses del artista en la geometría y en la imaginación de otros mundos posibles, entró en materia. Con una breve explicación del Teorema de Pitágoras y la famosa frase de Galileo: «El libro (de la naturaleza) está escrito en lengua matemática», el Doctor justifica las matemáticas como base de cualquier ciencia, dando paso a la visión de un mundo en el que los axiomas resumen la lógica, los habitantes son los conceptos matemáticos (números, triángulos, cuadrados…) y los hechos son los teoremas que explican las cosas.
Tras exponer el interesante experimento del matemático alemán David Hilbert, «El hotel infinito» y abordar la pregunta ¿hay infinitos más grandes que otros?, el Doctor, mediante pequeños análisis de un mosaico de Escher y de la obra «Crucifixion» (Corpus Hypercubus, 1954) de Dalí, nos adentró en el mundo de las dos, tres y hasta cuatro dimensiones en el arte. Una explicación brevísima utilizando desde videojuegos hasta imágenes fascinantes como referencias. Habiendo tiempo al final, para la curiosa y trágica historia de Évariste Galois, un jovencito que cambió el estudio del algebra, y cuya teoría sigue teniendo una enorme relevancia en las universidades en la actualidad.
Este tipo de conferencias son muy enriquecedoras y necesarias. El hecho de que instituciones como el Ateneo de Ourense nos ofrezcan estas oportunidades no es algo para tomarse a la ligera, y debe agradecerse. Es por ello que me gustó ver una sala tan llena de gente y el evento promocionado en prensa. Así sí.
En cuanto a mí, con respecto a las matemáticas… Aldoux Huxley dijo: «Admito que las ciencias matemáticas son algo bueno. Pero excesiva devoción a ella es algo malo» Pues eso.
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